
Transición energética: claves para el cambio del modelo energético actual

25 de marzo de 2021
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Juan F.SamaniegoNuestro mundo está construido sobre la base de una revolución energética sin precedentes, una que empezó a tomar forma hace 250 años de la mano del carbón y la máquina de vapor. Durante los últimos dos siglos y medio, los combustibles fósiles han permitido un desarrollo social, económico y tecnológico meteórico, pero también han acabado siendo el origen de uno de los mayores desafíos que tiene ante sí la humanidad.
Abandonar el petróleo, el gas y sus derivados, fuente de las emisiones de gases de efecto invernadero que están detrás del cambio climático, y apostar por fuentes de energía limpia que nos permitan mantener un nivel de vida y desarrollo similar al actual no es una tarea sencilla. La llamada transición energética marca el futuro a corto, medio y largo plazo de gobiernos y empresas de todo el planeta.
¿Qué es la transición energética?
El Acuerdo de París ha marcado un punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático. Firmado en 2015 por 190 partes, entre las que se encuentran la Unión Europea y todos los países miembros, llegó para sustituir el obsoleto Protocolo de Kioto y convertirse en el primer acuerdo universal y jurídicamente vinculante sobre el cambio climático. El acuerdo establece un marco para mantener el calentamiento global por debajo de los 2 °C respecto a niveles preindustriales.
Con este objetivo en mente, los países han ido adoptando estrategias más o menos ambiciosas para reducir las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Los países de la Unión Europea tienen como objetivo reducir un 40% estas emisiones antes de 2030 (aunque actualmente se estudia incrementar este objetivo hasta el 55%). A largo plazo, la economía de la Unión deberá tener una huella de carbono neutra en 2050.
La transición energética podría definirse como el proceso de cambio estructural del sistema de energía global.
La transición energética es una piedra angular de esta estrategia. Abandonar el modelo actual mediante el cual se produce y se usa la energía, basado en los combustibles fósiles, y apostar por fuentes alternativas es clave en la descarbonización económica. Así, la transición energética podría definirse como el proceso de cambio estructural del sistema de energía global.
La transición energética en España
Dentro de Europa, España está entre los países más amenazados por el cambio climático y los riesgos de catástrofes naturales. Cada miembro de la UE tiene el compromiso de avanzar en la transición energética en función de sus posibilidades y de sus características. En España, esto se está traduciendo en una apuesta por las energías renovables (y, en particular, por la eólica, la solar y la hidráulica), el abandono gradual de las fuentes fósiles (con el carbón como prioridad) y el desarrollo de nuevos vectores energéticos como el hidrógeno.
Además, la reforma del sistema eléctrico, la búsqueda de soluciones para la industria intensiva en calor (que difícilmente puede electrificarse) y el impulso a un sistema de movilidad limpio forman otros de los ejes de la estrategia española. En el corto plazo, todos los esfuerzos pasan por la aprobación de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que durante estos meses se está debatiendo en el Congreso.
La Ley de Cambio Climático y Transición Energética
A propuesta del ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, el Congreso debate y tramite el proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética (PLCCTE) desde mayo de 2020. Por ahora, se encuentra inmersa en una fase de enmiendas que le dará su forma definitiva. La mayoría de artículos ya tienen el visto bueno de la mayoría de la cámara parlamentaria, por lo que la aprobación definitiva de la ley se dará en el futuro cercano. Estas son las claves del proyecto de ley:
- Con la vista en 2030. Para el final de la década habrá que haber reducido los gases de efecto invernadero en un 20% respecto a 1990, como mínimo. Para entonces, las renovables deberán sumar el 70% de la producción eléctrica.
- Zonas de bajas emisiones. Todos los municipios de más de 50.000 habitantes deberán establecer zonas de bajas emisiones en los próximos años.
- Energías renovables. A largo plazo, antes de 2050, el sistema eléctrico español deberá funcionar al 100% con energía de fuentes renovables.
- Autoconsumo. El proyecto de ley contempla una serie de reformas legales para fomentar el autoconsumo eléctrico.
- Eficiencia. Se deberá promover la rehabilitación de edificios para reducir su consumo energético y mejorar la calidad de vida de sus ocupantes. En este sentido, el año pasado se aprobó un primer paquete económico para mejorar la eficiencia energética de los inmuebles.
- Movilidad sostenible, eficiente y eléctrica. Cerca del 30% de las emisiones de España se generan en el transporte. Para avanzar en la electrificación de la movilidad, la ley contempla el desarrollo de una infraestructura de almacenamiento y recarga sólida para vehículos eléctricos, así como los plazos para abandonar los vehículos impulsados por derivados del petróleo.
Quedan importantes desafíos por resolver como la cuestión de la intermitencia de la producción eléctrica renovable, el almacenamiento y los costes de construir infraestructuras capaces de alimentar la demanda total de energía
Retos de la transición energética
Ya sea a nivel español, europeo o global, la transición energética, tal como recoge el último informe de Willis Towers Watson sobre el sobre el estado del mercado de la energía, está plagada de retos. De acuerdo con el informe, desde el punto de vista empresarial, estos pueden agruparse en tres grandes grupos.
- Desafíos de la industria de las renovables. En un primer momento, el desarrollo de las energías renovables se vio motivado por el apoyo público. En la última década, el desarrollo tecnológico ha permitido el crecimiento de una industria cada vez más competitiva. Sin embargo, quedan importantes desafíos por resolver como la cuestión de la intermitencia de la producción eléctrica (la mayoría de renovables no son estables), el almacenamiento y los costes de construir infraestructuras capaces de alimentar la demanda total de energía.
- Aumento de la presión regulatoria. Más allá de fijar objetivos de reducción emisiones, llevar la transición energética al detalle implica el desarrollo de políticas y regulaciones estrictas, que tendrán un impacto económico inevitable. La reconversión de los sectores más afectados (como el del carbón) y las estrategias para anticiparse a los riesgos regulatorios serán clave en el futuro cercano.
- Capital, inversores y los criterios ESG. Los riesgos de la transición energética asociados a los impactos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) son cada vez más relevantes para las empresas, tal como recogen las recomendaciones TCFD. Los activos ESG han demostrado ser un lugar seguro para los inversores; y los ratings de sostenibilidad son un factor cada vez más importante en las decisiones del sector financiero.
La transición energética es un camino lleno de incertidumbres al final del cual no hay, ni mucho menos, una respuesta definitiva. En lograr cambiar con éxito el modelo energético del planeta, sin socavar la estabilidad económica y social de nuestro mundo, residen buena parte de las opciones de frenar la amenaza presente y futura del cambio climático.
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