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La industria alimentaria frente al COVID-19 y el reto de la economía circular

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4 de junio de 2020

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Tiempo de lectura
3 minutos

Edición editorial:

Juan F.Samaniego

Un tercio de toda la comida que producimos en el planeta no se aprovecha. Es decir, cada año acaban en la basura, por diferentes motivos, 1.300 millones de toneladas de alimentos, según la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. De acuerdo con la propia agencia, si tenemos en cuenta todos los impactos que este desperdicio supone, estaríamos hablando de pérdidas potenciales por valor de 2.600 billones de dólares anuales.

La sostenibilidad ambiental y la responsabilidad social para avanzar hacia una economía circular conforman una de las grandes tendencias emergentes en la industria de la alimentación.

La responsabilidad en la estrategia de negocio

Ser una compañía responsable es un valor al alza. No solo se trata de mantener una buena imagen hacia el exterior, sino que sirve para reforzar el compromiso de clientes y partners, atraer capital e inversiones de calidad e incluso lograr atraer y retener al mejor talento. Por ello, cada vez es más importante no solo llevar a cabo acciones responsables, sino certificarlas y comunicarlas.

La situación provocada por la pandemia de COVID-19 ha puesto de relevancia dos elementos: la importancia del consumo local y el gran reto que supone la gestión de los residuos. Durante las últimas semanas, una buena parte de los usuarios se ha dado cuenta de que el consumo responsable y la minimización del desperdicio revierte en el beneficio de nuestro entorno; y que depende de todos asegurar la sostenibilidad de la comunidad que nos rodea.

Existe una creciente demanda de responsabilidad por parte de los consumidores, desde el abastecimiento responsable de ingredientes hasta el embalaje sostenible.

Aunque ambos factores están hoy más de relevancia que nunca, llevan tiempo ganando peso. Ha sido, precisamente, en este contexto, que ha surgido la certificación B Corporation, un sello para las compañías que ponen a las personas y al planeta al mismo nivel que las ganancias. Este certificado se obtiene tras una evaluación independiente del impacto ambiental y social que se extiende, habitualmente, durante varios meses.

En la actualidad, existen ya más de 2.500 B Corps en todo el mundo. Muchas de ellas pertenecen al sector alimentario, ya que existe una creciente demanda de responsabilidad por parte de los consumidores, desde el abastecimiento responsable de ingredientes hasta el embalaje sostenible. Así, cada vez más compañías se comprometen a cumplir con los más altos estándares de desempeño social y ambiental, responsabilidad legal y transparencia pública.

La industria alimentaria y la economía circular

Los principios de la economía circular buscan consumir menos materias primas y reducir los desperdicios. Es decir, cerrar el círculo productivo mediante la eficiencia de los procesos, la reutilización y el reciclaje. En relación con la industria alimentaria y la sostenibilidad, la economía circular pasa, sí o sí, por la reducción de desperdicios o, lo que es lo mismo, el zero waste.

Restaurantes como el Nolla en Helsinki o el Silo en Reino Unido han sido pioneros a la hora de reducir la cantidad de alimentos que acaba en la basura. Otras soluciones que han surgido desde la propia industria alimentaria son los establecimientos que apuestan por la venta de productos a granel para reducir los materiales de envasado y aquellos que impulsan el desarrollo de otro tipo de embalajes, sin plásticos y biodegradables.

El auge del upcycling

La puesta en valor de los residuos mediante el reciclaje es, sin duda, la piedra angular de la economía circular. Por eso el upcycling o supra reciclaje merece mención aparte. Esta tendencia emergente busca aprovechar los productos reciclables para crear materiales que tengan mayor valor que el producto original. Es decir, convertir residuos en materiales de elevado valor comercial.

La apuesta por la sostenibilidad no es solo necesaria para reducir el desperdicio alimentario, sino que genera un valor real y abre nuevas oportunidades de negocio.

Gracias al papel de las nuevas tecnologías, el upcycling ha dado lugar a nuevas oportunidades de negocio. Por ejemplo, la startup neerlandesa Upprinting Food aprovecha la impresión 3D para sacar partido a alimentos que no son aptos para la venta, pero todavía conservan sus propiedades nutritivas. Mediante restos de pan o galletas, frutas que están demasiado maduras o vegetales que no cumplen las condiciones estéticas, esta compañía elabora purés que luego imprime y cocina, dándoles nuevas formas más apetecibles.

Otro ejemplo menos comestible llega desde Escocia. La compañía Cuantec desarrolla alternativas sostenibles al plástico y lo hace aprovechando los residuos de la industria pesquera y acuícola. Entre otros productos, han sido capaces de crear un material basado en quitina, la sustancia que forma el revestimiento exterior del cuerpo de los artrópodos. Es decir, han desarrollado un sustituto del plástico con los restos de los caparazones de langostas y otros mariscos aprovechados por su carne.

En definitiva, la apuesta por la sostenibilidad de la industria alimentaria no es solo necesaria para reducir el desperdicio alimentario a nivel mundial, sino que también genera un valor real y abre nuevas oportunidades de negocio.

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