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Cambio climático: ¿Evolucionará la industria energética para hacer frente a los retos del futuro?

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22 de marzo de 2021

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6 minutos

Edición editorial:

Juan F.Samaniego

El clima del planeta está cambiando. Los episodios concretos de frío y nieve seguirán existiendo a nivel local. Es lo que conocemos como tiempo. Pero a nivel mundial, el clima sigue una tendencia clara: las temperaturas llevan más de un siglo aumentando ininterrumpidamente.

Según los datos de la Organización Meteorológica Mundial, dependiente de la ONU, los años comprendidos entre 2014 y 2017 fueron los más calientes desde que tenemos registro. Los datos de la NASA apuntan que el planeta se ha ido recalentando de forma gradual desde finales de XIX y que esa tendencia se ha acelerado desde el año 2000 hasta que en 2020 se registraron temperaturas récords. Y esa conclusión la corrobora la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), que califica el 2020 como el año más cálido desde que se tienen registros, a la par que 2016.

A pesar de las opiniones de algunas voces escépticas, el consenso científico es abrumador. El cambio climático es real y no va a desaparecer. En 2020, la temperatura media mundial fue alrededor de 1,2°C superior a los niveles preindustriales (1850-1900), según la OMM. Esto implica la aparición de episodios climáticos más extremos. La industria energética se ve afectada directamente por estos cambios, tanto como causa (emisiones de gases) como receptora de las consecuencias (aumento de la demanda)

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Evidencias y causas del cambio climático

Bajo el paraguas de las Naciones Unidas, un organismo lleva más de tres décadas recabando información sobre el cambio climático. Se trata del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Su último informe (de 2014) es demoledor y está respaldado por más de 6.000 referencias científicas. Es decir, recoge más de 6.000 artículos científicos que profundizan en las evidencias, las causas y las consecuencias del cambio climático.

Entre las conclusiones, se recoge que las últimas tres décadas han sido las más cálidas desde que se tiene registro. Que existe un 95% de probabilidades de que la emisión de gases por la actividad humana esté detrás del calentamiento. Que la acidificación de los océanos ha aumentado en un 30% en el último siglo. O que la pérdida de hielo en glaciares, la Antártida, el Ártico y Groenlandia, está fuera de toda duda.

Un informe reciente de la ONU señala que existe una relación evidente entre el desarrollo económico y el aumento de las emisiones.

El 97% de los científicos que estudian el clima está de acuerdo en que la temperatura aumenta y que lo hace debido a los gases de efecto invernadero emitidos por la actividad humana. Es un nivel de consenso similar al que relaciona el humo del tabaco con el cáncer de pulmón. Los niveles de CO2 atmosférico son los más altos de los últimos 800.000 años. Y, a pesar de los esfuerzos de algunos países, estos niveles han seguido aumentando. De hecho, otro informe de la ONU de 2018 señala que existe una relación evidente entre el desarrollo económico y el aumento de las emisiones.

Los riesgos del cambio climático para la industria energética

Desde la perspectiva del sector asegurador y la transferencia de riesgos, la industria energética se enfrenta, según recoge el informe Power and Renewable Energy Market Review 2019 de Willis Towers Watson, a tres grandes tipos de riesgos: físicos, derivados de la transición económica y relacionados con la responsabilidad por el cambio climático.

1. Riesgos físicos

Agrupan todos aquellos riesgos derivados del daño directo y la interrupción del negocio y de la cadena de suministro. Los impactos concretos del cambio climático son difíciles de predecir, pero algunas tendencias están claras, como la mayor fuerza de los ciclones tropicales o las sequías prolongadas en algunas zonas del planeta. A medida que han aumentado las capacidades de modelización del clima gracias a la tecnología, la industria aseguradora ha mejorado a la hora de predecir desastres meteorológicos y estudiar su relación con el calentamiento global.

2. Riesgos de la transición económica

Avanzar hacia un sistema económico que no produzca emisiones de CO2 conlleva importantes consecuencias a nivel financiero, en particular para las empresas energéticas. En la cumbre del clima de París, los gobiernos de casi todo el mundo firmaron una serie de compromisos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Compromisos cuyo cumplimiento requiere la implicación de la industria.

Por otro lado, frente a eventos climáticos más extremos y con un sector industrial inmerso en su cuarta revolución, las necesidades energéticas no sólo no van a disminuir, sino que se dispararán durante los próximos años. La electrificación de las industrias y el transporte, y la eliminación de combustibles fósiles para producir esa electricidad, puede ser parte importante de la solución.

3. Riesgos derivados de la responsabilidad

Es probable que, en los próximos años, aumente aún más la evidencia científica relacionando las emisiones de las industrias basadas en combustibles fósiles con el cambio climático. Así, los individuos, las comunidades y, en especial, los gobiernos más afectados por el cambio del clima podrían verse respaldados para iniciar demandas contra esas industrias.

Impacto del cambio climático en la industria energética

La forma en que el calentamiento global afectará a la industria energética es difícil de prever en su totalidad. Sin embargo, tal como señala Geoff Saville, Senior Research Manager de Willis Research Network, existen una serie de certezas alrededor de dichos impactos.

El análisis de casos concretos, como el impacto del huracán Harvey en 2017 o el Katrina en 2005, puede servir para prepararse para el futuro.

1. La variabilidad entre regiones será la norma.

La demanda energética aumentará en líneas generales, pero la producción será desigual. Por ejemplo, en el norte de Europa se estima que la producción hidroeléctrica podría aumentar un 5% por el derretimiento de los glaciares y el aumento de las precipitaciones. Sin embargo, las sequías aumentarán en el sur del continente, generando caídas de hasta el 25% en la producción hidroeléctrica.

2. Análisis del presente para entender el futuro.

Casos concretos, como el impacto del huracán Harvey en 2017 o el Katrina en 2005, pueden servir para prepararse para el futuro. Según los modelos predictivos más pesimistas que maneja el IPCC, las probabilidades de que este tipo de huracanes impacten en Estados Unidos aumentarán de un 1% al año hasta el 18%.

3. El poder de la modelización informática para tomar decisiones.

Las capacidades de cálculo computacional siguen aumentando y, con ellas, las posibilidades de generar modelos de futuro complejos, en los que entran en juego multitud de variables, como es el caso del clima global. Tener la posibilidad de predecir con detalle el impacto futuro de las decisiones presentes puede ayudar a la industria energética a completar su transición hacia un modelo sin emisiones.

“La industria energética y la de los seguros jugarán un papel crucial en la transformación de la sociedad y la economía para cumplir los objetivos de reducción de emisiones y evitar las peores consecuencias del cambio climático”, concluye Geoff Saville. “A través de la innovación y los modelos predictivos las aseguradoras pueden generar mayor certidumbre para que se tomen las decisiones necesarias”.

La pandemia no frena el cambio climático

Científicos de la Organización Meteorológica Mundial confirmaron que el 2020 fue uno de los más cálidos desde que se tienen registros y que la década comprendida entre 2011 y 2020 es la más cálida de la historia. De hecho, desde 2015 cada año se ha superado el récord de temperatura del año anterior.

El 2020 comenzó con importantes incendios forestales en Australia que ya indicaban que se iba a producir una subida de temperatura y una gran sequía, pero de repente estalló la pandemia de COVID-19 y el confinamiento estricto de la mayoría de países supuso una reducción diaria de las emisiones de dióxido de carbono del 17%. El problema es que esos meses en los que se frenó la actividad industrial y dejamos de utilizar los vehículos porque estábamos encerrados en casa no fueron suficientes para frenar el cambio climático.

Hay tal acumulación de CO2 en el medio ambiente que ni siquiera unos meses de paralización a nivel planetario pudieron evitar que en 2020 se batiera de nuevo un récord de temperaturas. Y esas consecuencias se sufren tanto en la tierra como en los océanos. Según datos de las Naciones Unidas, el 80% del territorio acuático del planeta experimentó al menos una ola de calor a lo largo del año 2020.

Entre los devastadores efectos que esta situación tiene en nuestro planeta, son preocupantes los fenómenos de la naturaleza que el ser humano ni siquiera puede controlar: más incendios, menos hielo en los polos, más huracanes, más inundaciones, un clima más inestable, más migraciones de población…

Los expertos tienen claro que, hoy por hoy, se está muy lejos de lograr los objetivos del Acuerdo de París firmado en 2015 y muchos coinciden en que haría falta, al menos, un confinamiento estricto como el que vivimos en 2020 que se prolongue durante un año para poder frenar el efecto invernadero. Pero eso parece incompatible con el actual orden económico mundial.

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