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La importancia de la gestión del endeudamiento: diferencias entre deuda buena y mala

Marzo 29, 2022

Las finanzas personales o familiares se parecen más de lo que pensamos a las finanzas de una empresa.
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Las finanzas personales o familiares se parecen más de lo que pensamos a las finanzas de una empresa. A nivel doméstico, tenemos ingresos y gastos, activos o recursos que pueden generar un valor en el futuro y, también, deuda. Sin embargo, por mucho temor que pueda infundir esta palabra, lo cierto es que no todo el endeudamiento es negativo. De hecho, bien planificado, puede hasta conllevar un beneficio.

Deuda buena y deuda mala, las diferencias

Ante la oportunidad de elegir o no si endeudarse, la mayoría de las familias optarían por no hacerlo. Las deudas son vistas en general como algo negativo, algo de lo que huir si podemos permitírnoslo. Al fin y al cabo, la deuda no es más que la obligación que tiene una persona (física o jurídica) de cumplir los compromisos de pago adquiridos durante su actividad económica. Es decir, la deuda es lo que tenemos que devolver a quien nos ha prestado dinero. Además, casi siempre, la devolución se hace con intereses, lo que implica que acabamos pagando más de lo recibido inicialmente.

A juicio de esta definición, es comprensible que la deuda se entienda como algo negativo. Sin embargo, existen diferentes tipos de deuda y no siempre son perjudiciales para la economía familiar. Una de las clasificaciones más habituales es dividir la deuda entre buena y mala.

¿Qué es la deuda mala?

Bajo la denominación de deuda mala se agrupan todas aquellas deudas que causan estrés a las finanzas personales o familiares o que conllevan un empeoramiento de la situación económica de quien la contrae. Son, por lo general, aquellas deudas adquiridas para comprar algo que queremos (aunque no siempre necesitamos), pero no podemos pagar al contado. Es decir, la hipoteca de una primera vivienda, un coche nuevo, unas vacaciones o, simplemente, los gastos de la tarjeta de crédito.

Las deudas malas, también denominadas deudas destructivas, están ligadas al estilo de vida de la persona que las contrae y pueden acabar generando problemas financieros serios. Salvo en casos concretos (como la compra de una primera vivienda que después se revalorice de forma importante), las deudas malas nos empobrecen. No reportan más beneficio que el disfrute del bien adquirido y nos obligan a devolver plazo a plazo el dinero más los intereses.

Es decir, las deudas malas nos permiten contar con un dinero contante que antes no teníamos, pero que destinamos a la compra de pasivos, por lo general, sin rentabilidad económica a largo plazo. Aun así, dentro de las deudas malas también hay niveles. No es lo mismo contraer deuda para comprar una vivienda y pagarla en plazos con una cuantía similar a la de un alquiler que contraer deuda para viajar a destinos que no nos podríamos permitir o adquirir un vehículo de lujo lejos de nuestro alcance.

Las deudas más peligrosas son aquellas con una tasa anual de equivalencia (TAE) muy alta, como, por ejemplo, muchas de las que se contraen a la hora de financiar compras con una tarjeta de crédito o directamente en el negocio en el que adquirimos un producto. Si la cantidad prestada es muy elevada, incluso puede llegar a ser necesario adquirir nueva deuda para pagar las anteriores, entrando en una espiral de destrucción de riqueza difícil de detener.

¿Qué es la deuda buena?

El caso opuesto al anterior es la deuda buena, término bajo el que se agrupan todas las deudas que ayudan a quien la contrae a mejorar su situación económica. Este tipo de deuda, también denominada expansiva, sirve para invertir o adquirir activos que van a proporcionar una rentabilidad a corto, medio y largo plazo. Es decir, son aquellas deudas que nos van a hacer ganar más dinero del que tenemos que devolver al prestamista, intereses incluidos.

El ejemplo más claro de deuda buena es aquella adquirida para la compra de un inmueble que después se va a alquilar o a reformar y vender de nuevo una vez revalorizado. Si la adquisición del inmueble implica el pago de mensualidades de 500 euros, pero la vivienda la ponemos en alquiler por 750 euros, seguiremos estando endeudados, pero obtendremos un beneficio mensual de 250 euros.

En líneas generales, cualquier endeudamiento que permite obtener un beneficio sostenido en el tiempo es considerado deuda buena. Otro ejemplo clásico, aunque implica más riesgo, es el de endeudarse para montar una empresa. Si el proyecto sale adelante y tiene éxito, a la larga habremos convertido la deuda en un valioso activo que reportará importantes beneficios.

Aunque existan deudas malas y deudas buenas, endeudarse siempre es arriesgado. Por eso, hay que tener muy en cuenta la coyuntura económica del momento en que se va a asumir la deuda para hacer una inversión. La compra de un inmueble para alquiler en un pico de precios del mercado o antes del estallido de una burbuja (como sucedió en 2008) o el endeudamiento para adquirir activos muy volátiles en un momento puntual (como acciones o criptomonedas) nunca es recomendable.

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