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Cómo elaborar un presupuesto familiar: tres pasos clave

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22 de junio de 2021

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Tiempo de lectura
5 minutos

Edición editorial:

Juan F.Samaniego

Llegamos a final de mes con lo justo. Queremos ahorrar, pero resulta imposible. Los ingresos o el sueldo se escabullen en gastos que no controlamos. Todas estas situaciones tienen la misma solución: la organización de un presupuesto familiar. Evidentemente, cuanto mayor sean nuestros ingresos, mayores serán las probabilidades de tener las necesidades cubiertas y ahorrar para gastos grandes (como una vivienda, la compra de un vehículo o unas vacaciones). Pero esta regla de tres no siempre se cumple.

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Al igual que cualquier empresa, autónomo u organización necesita tener las cuentas claras si quiere ser sostenible económicamente, la gestión del presupuesto familiar también pasa por mejorar la organización de gastos e ingresos. Por tener claro cuánto tenemos, dónde lo gastamos y dónde lo queremos gastar. Esto nos permitirá establecer un objetivo de ahorro realista y mantener el control de los gastos.

¿Para qué sirve un presupuesto familiar?

Un presupuesto familiar puede tomar muchas formas. Podemos hacerlo a mano con papel y lápiz, con un programa de hoja de cálculo, con alguna de las muchas plantillas que están disponibles en la red o, incluso, con apps desarrolladas con este propósito. Sin embargo, la utilidad del presupuesto es siempre la misma: plasmar nuestros ingresos, analizar los gastos reales y adaptar los gastos futuros para ahorrar y tener mayor control sobre la economía familiar.

De esta manera, nos permite no gastar más de lo que ingresamos y no acumular deudas que no son necesarias, establecer objetivos de ahorro a corto, medio o largo plazo, evitar que el dinero se escape en gastos ocultos y ajustar el nivel de vida a nuestro nivel real de ingresos. Teniendo esto claro, elaborar un presupuesto familiar no es complicado. Basta seguir estos tres pasos.

1. Analizar ingresos y gastos

Sea cual sea la herramienta elegida para elaborar el presupuesto, lo primero es saber cuánto ingresa y cuánto gasta la unidad familiar. Hoy en día, dado que la gran parte de los gastos se hacen con tarjetas o pago móvil, lo normal es tener toda esta información disponible en la plataforma digital de nuestro banco. En el caso de efectuar los gastos mayoritariamente en efectivo, será necesario recolectar la información manualmente, guardando los recibos y las facturas.

Para hacer este análisis, lo más adecuado es escoger un periodo de tiempo amplio (por ejemplo, seis meses o un año), sumar todos los ingresos y gastos y dividir el resultado entre el número de meses. Esto permitirá eliminar las anomalías que puedan producirse en un mes concreto. Por ejemplo, si analizásemos solo el mes en que recibimos la paga extraordinaria, los ingresos no serían representativos para el resto del año.

Podemos calcular los gastos con el nivel de detalle que queramos. Lo habitual es, al menos, diferenciar entre gastos fijos o imprescindibles y gastos flexibles.

En el capítulo de gastos, podemos calcular las medias y analizar los costes con el nivel de detalle que queramos. Lo habitual es, al menos, diferenciar entre gastos fijos o imprescindibles y gastos flexibles. En el primer cajón, entrarían el alquiler o el pago de la hipoteca, las facturas de los suministros o la cesta de la compra. Son gastos sin los cuales no podemos vivir.

En el segundo, agrupamos todos aquellos de los que podríamos prescindir o reducir si fuese necesario (por ejemplo, ocio, vacaciones o tecnología). Ambos cálculos ayudarán a entender cuánto se ingresa y en qué se gasta el dinero. Aportan una imagen de la realidad que después podrá modificarse.

2. Limitar el gasto y establecer partidas

Una vez tenemos claro cuánto ingresa la unidad familiar y cuánto gasta en cada apartado, llega la hora de adaptar el presupuesto para limitar el gasto, incrementar el ahorro y establecer partidas fijas que gastar mensualmente. Existen algunos apartados, como el alquiler o las facturas de la luz y el agua que son difícilmente modificables. Otros, como la alimentación, quizá puedan reducirse un poco, pero es importante no descuidarlos.

Sin embargo, quizá descubramos que algunos hábitos de gasto están llevándose una parte del presupuesto familiar más importante de lo que creíamos, un gasto que es fácilmente limitable. Por ejemplo, imaginemos que todos los días tomamos un café en un bar. Si lo dejamos en una o dos veces por semana, al cabo de un año habremos ahorrado más de 300 euros. Aunque parezca que no, existen multitud de pequeños gastos que se comen buena parte de los ingresos.

Es importante destinar una partida al ahorro. Puede tratarse de un ahorro para un colchón financiero o un ahorro a largo plazo mediante una inversión para la jubilación.

Establecer partidas también nos permitirá evitar imprevistos, ahorrar para gastos a corto, medio y largo plazo y multiplicar el rendimiento de los ingresos. Por ejemplo, pongamos que la familia gasta 600 euros en ropa al año. Sin embargo, el gasto no se produce mes a mes, sino que tiene lugar siempre en los periodos de rebajas. Aun así, podemos fijar una partida de 50 euros mensuales para ropa, un dinero que no tocaremos hasta que llegue la hora de ir de compras. Desde esta manera, podremos gastar los 600 euros cuando llegue el momento sin que ese mes sufra la economía familiar.

El mismo concepto podemos llevarlo a cualquier terreno. ¿Cambiamos de móvil cada tres años? Apartar cinco euros al mes nos permitirá contar con 180 euros cuando llegue el momento. También es importante aprovechar estas partidas para incluir una específica destinada al ahorro. Puede tratarse de un pequeño ahorro destinado para tener un colchón financiero para emergencias, un ahorro a medio plazo para una compra o un ahorro a largo plazo mediante una inversión para la jubilación.

3. Previsión, disciplina e implicación familiar

Una vez establecido el nuevo presupuesto familiar, es importante asegurar que todos los miembros de la familia están de acuerdo con las partidas y los objetivos de gasto y ahorro establecidos. A partir de este momento, estos objetivos deberán considerarse como gastos. Es decir, los cinco euros que apartamos cada mes para el nuevo móvil deben respetarse. Es como si no estuvieran en la cuenta. Así, los acumularemos para cuando llegue el momento real del gasto.

Como sucede con el ahorro, la constancia y la disciplina son clave. De nada sirve elaborar un presupuesto si después no se va a cumplir. Eso sí, también podemos ser flexibles e ir adaptando las cuentas si vemos que algo no cuadra. Quizá aumenten los ingresos, descubramos que algunas partidas son escasas o que algunos gastos imprescindibles no lo son tanto. Los presupuestos familiares están para cumplirse, pero, sobre todo, para adaptarse a la situación real de la familia y mejorar la economía en la medida de lo posible.

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